07/1/12
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Fotos de Casares, Nicaragua

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Una colección de fotos de la Playa de Casares y sus balnearios. Todas estas fotos son propiedad del fotógrafo, Jimmy Donald Mendieta y estan a la venta. Se pueden comprar impresiones de varios tamoños en http://www.photosofnicaragua.com/buy/23693969_2xMGXX/.

© Jimmy D. Mendieta. All rights reserved.

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07/1/12
097 sunset playa de casares, nicaragua.

Casares, El Cacique Navegante

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Autor: Dr. Edmundo Mendieta (La Prensa el Diario de los Nicaraguenses)
Fotografía: Jimmy Mendieta
Editado por Jimmy Mendieta y Jeffrey Mendieta

Playa de Casares - Carazo - Nicaragua

Pescadores arriesgando sus vídas bajo la hermosura de la puesta de sol y sobre la inmensidad del océano. Playa de Casares, Carazo, Nicaragua.

En una entrevista que le hace El Diario La Prensa al Doctor Edmundo Mendieta Gutierrez, el relata acerca de la leyenda de como el balneario de Casares adquirió su nombre.

Cuenta la leyenda que en tierras costeras de Carazo, en una aldea salpicada de ranchitos pajizos cobijados por palmeras, guanacastes y tamarindos frondosos, vivía el cacique Casares. El cacique Casares era indígena sabio que como San Francisco de Asis, hablaba con todas las criaturas del Cielo y de la Tierra. Una tarde llevó a su tribu a la costa del mar y allí les dijo: “Del otro lado del océano han llegado hombres perversos Continuación

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07/1/12
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El Fundador de la Playa de Casares

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Autor: Dr. Edmundo Mendieta Gutierrez
Fotografía: Jimmy D. Mendieta

Esta historia fue contada por mi bisabuelo Crisanto a mi tio Mundo, cuando este tenia solo 15 años de edad, en la misma playa de Casares. El Dr. Edmundo Mendieta Gutierrez se casó con una nieta de don Crisanto, Dña. Daisy Briceño de Mendieta. Es la historia de como mi bisabuelo Crisanto Briceño (padre de mi abuela Dña. Ernestina Briceño de Artola) es el fundador de esta preciosa playa de Casares).

Cuenta mi tío el doctor Edmundo Mendieta Gutierrez…

«La Luna de Marzo, una luna mística en varias regiones y religiones de los pueblos antiguos, ya que su plenilunio era el más cercano al equinoccio de la primavera y por consiguiente precursora del verdor de los campos y del florecimiento de los árboles, así como de las cálidas temperaturas que invitaban a los baños en las playas y los ríos. Los diriambinos, no eran ajenos a esta influencia, que más bien podríamos llamar embrujo, que por fortuna coincidía con la terminación de las labores de recolección y venta de la cosecha de café, principal cultivo de estas tierras. En esta apacible y fresca ciudad de Diriamba vivia una agraciada joven de nombre Juanita Echaverry, a la cual cortejaban dos jóvenes, con la caballerosa rivalidad de aquella época. Ambos eran de las mejores familias y acaudalados, pero con una diferencia. Mientras que Enrique Granja, alto y elegante, disponía de su fortuna, despilfarrándola a manos llenas, Crisanto Briceño no podía hacer lo mismo, pues aunque poseedor de una apreciable fortuna al quedar huérfano, ésta era administrada por un albacea que le daba el dinero a cuentagotas. Continuación

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07/1/12
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La Posita

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Autor: Jeffrey Mendieta
Fotografía: Jimmy Mendieta

Yo recuerdo cuando era niño mi familia campaba en la Playa de Casares que queda a 30 minutos manejando de Diriamba. Tenía como 4 años con pelo de color rubio, piel blanca, ojos café claro, una barriguita redonda y patitas delgaditas. Teníamos un lugarsito especial llamada «La Posita». Así la llamábamos porque habían unas rocas que formaban naturalment una especie de picinita donde podíamos bañarnos sin peligro.

La Posita, Playa de Casares, Nicaragua

Esta foto es exactament ese lugar. Puede usted ver «La Posita» en el centro de la foto donde estan las rocas en la orilla del agua. ©Jimmy D. Mendieta A. All rights reserved.

Solo como a 100 piés de distancia de «La Posita» Papa Raul, mi abuelo, tenía una casita de mar de cual era dueño y que tenía un par de cuartos pequeños, una cocína con solo lo essencial y un espacio pequeño para sentarse. La casita de mar era construida de ladrillos grandes de concreto y cementados. Las ventanas eran hechas de varillas de metal cada una de media pulgada gruesa y puestas verticalmente, similar a lo que se encuentran en una cárcel. No tenían vidrio. La malloría de las varillas estaban oxidadas por la humedad salada de la brisa del mar. El piso era hecho de ladrillos de cerámica pero no puedo recordar su color. Las puertas eran hechas de madera ya vieja y bien gastada tanto que era apenas suficientemente fuerte para mantener a otros fuera de la casíta aún cuando enllavada. Continuación

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